La máquina que se niega a morir
Todos tenemos algo que guardamos solo por lo que significa.
Desde pequeños aprendemos a sentir lazos con objetos: una radio vieja, una lámpara que ya no enciende, un peluche sin ojos.
Nos aferramos a estas cosas por lo que nos dicen, aunque el mundo nos enseñe a desecharlos eventualmente.
Instalación- ensamblaje
Mejía Quimbiulco K.
2025
¿Qué pasaría si estos objetos se negaran a morir?
Si pudieran contar sus historias...
Obsolescencia programada y el Low-Tech
La obra parte de una reflexión sobre la obsolescencia programada y cómo esta práctica ha transformado nuestra relación con los objetos. En lugar de reparar o mantener, hemos aprendido a descartar, debilitando los vínculos emocionales y los saberes técnicos asociados a la reparación. Esta lógica del consumo rápido ha generado una cultura de lo desechable, donde los objetos pierden valor tan pronto como dejan de ser funcionales.
Ante esta problemática, el proyecto adopta un enfoque low tech, que revaloriza tecnologías en desuso desde una mirada crítica y creativa. Esta corriente, vinculada al bricolaje y la cultura DIY, propone trabajar con lo que ya existe, transformando limitaciones en posibilidades. Así, lo obsoleto deja de ser visto como inútil para convertirse en narrador potencial de sus memorias.
Cada pieza tiene historia
Lo desechable es posibilidad
Mediante la reflexión entre estos dos conceptos centrales es que la obra se construye como un “ser” híbrido ensamblado a partir de componentes descartados, cables, textiles y dispositivos intervenidos. Presentado en un espacio que evoca un taller, este cuerpo, que figura entre máquina y humano, sugiere “vida” en proceso y resistencia ante el olvido. Esta propuesta invita a reflexionar sobre lo transformado, generando un diálogo entre tecnología, memoria y las relaciones emocionales con los objetos.
Un cuerpo hecho de piezas que decidieron seguir soñando
MONTAJE
El montaje se plantea como un taller, un espacio de reparación donde se encuentra en proceso una creación. En el centro, sobre una mesa de trabajo, se presenta un “ser” híbrido entre máquina y humano, construido con piezas tecnológicas obsoletas, cables, textiles y dispositivos aún cerrados. Esta criatura no está terminada, sino en medio de una transformación, lo que refuerza la idea del espacio de creación y resignificación de lo descartado.
La elección de la mesa y el espacio de “taller” busca sentirse como algo familiar y generar una relación cercana y contemplativa con la obra. Elementos como una lámpara de brazo articulado, herramientas y anotaciones complementanel montaje, reforzando la estética de una mesa de trabajo.
La obra cuenta con dos fuentes de luz: una interna, que emana del torso del “ser” y sugiere vida latente, y otra externa, proveniente de la lámpara, que ilumina el espacio de creación. Juntas, estas luces refuerzan la atmósfera de observación, intervención y renovación.
La instalación funciona como un espacio de reflexión sobre nuestra relación con la tecnología, el paso del tiempo y la memoria de los objetos cotidianos. Desde una perspectiva crítica y sensible, propone una reapropiación de lo obsoleto, transformándolo en materia viva y significativa.
